¿Quién fue María Sabina y cómo cambió la historia?
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María Sabina fue una importante curandera que sabía usar a los hongos alucinógenos para sanar. Ella vivía en México. No sabía leer o escribir. Tampoco hablaba español. Ella era indígena mazateca, y esa era su lengua. En mazateca la palabra libro no existe. Ella no escribió su historia. Ni siquiera la relató de primera fuente, ya que fue traducida al español para extranjeros y mexicanos interesados en su poder y conocimientos. Es importante aclarar, que la vida de María Sabina es relatada y registrada por otros. Su historia, lo que vivió y sabía, pertenece a un lenguaje que no entendemos, ni hablamos.
El primer ritual con hongos al que asistió fue cuando un tío de ella estaba enfermo y un curandero lo trató. Gracias a esa experiencia, reconoció las setas, mientras caminaba por un cerro junto a su hermana menor, María Ana. De manera impulsiva ambas probaron los hongos, rieron, lloraron y así comenzó a experimentar con los hongos visionarios o “Los Niños Santos”, como llamaría a los hongos psilocybes.
María Sabina vivía en Huautla de Jiménez, en las montañas de la sierra de Oaxaca, al sur de México. Su familia paterna tenía tradición en saberes de sanación y eran considerados chamanes. Su padre murió cuando ella tenía 3 años, por lo que su mamá salía a trabajar, ella y María Ana quedaban al cuidado de sus abuelos maternos. Vivían en situación de pobreza y ambas tenían que ayudarlos en sus trabajos criando gusanos de seda, animales, en las plantaciones y labores domésticas.
A sus 14 años fue entregada para casarse con Serapio Martínez, con quien tuvo tres hijos: Catarino, Viviana y Apolonia. María Sabina destacaba mucho que Serapio sabía leer y escribir. Él se unió a luchar en la Revolución Mexicana y al volver, luego de un tiempo, fallece. Quedó viuda luego de seis años de casada. Ante esta situación ella enfermó y dicen que no se podía mover. Nadie sabía cómo curarla. Usó a los hongos como medicina y se le reveló que debía adorar a Dios y sanar, junto a ellos, a otras personas.
Salió a trabajar para mantener a sus hijos y madre. Era vendedora ambulante y trabajaba en el campo. Hacía algunas curaciones, pero lo tuvo que dejar de lado y con el tiempo lo comenzó a olvidar.
Luego de más de 10 años de luto, aparece Marcial Carrera, decidido a conquistarla. Se decía que él era brujo y aunque ella no estaba muy interesada, terminó casándose con él. Tuvieron seis hijos y todos murieron, exceptuando a su hija Aurora. Marcial era borracho y la engañaba. Además, era violento y le pegaba.
En medio de este mal momento de María Sabina, ocurre un hecho crucial, su hermana se enferma, y todos los curanderos del lugar aseguraban que moriría. María Sabina decide hacer una ceremonia para intentar curarla. María Ana se sana y rápidamente se corre la voz sobre las capacidades curativas de María Sabina. Pero Marcial, su esposo, celoso por sus poderes, se vuelve aún más agresivo con ella. Hasta que un día, sus engaños con otras mujeres le jugaron en contra, ya que los hijos de la amante con quien la engañaba, lo mataron.
Nuevamente queda viuda. Ella dice que los hongos la sanaron y le dieron fuerza durante ese tiempo de maltratos. Desde la muerte de su segundo esposo, se dedicó por completo a la curación por medio de los hongos y se vuelve una reconocida curandera de la zona de Huautla. Trataba problemas emocionales, adicciones e incluso peleas entre familias.
En 1955 Robert Gordon Wasson, banquero y etnomicólogo estadounidense, llega a Huautla para conocer a María Sabina y sus poderosos hongos. Acompañado por el fotógrafo Allan Richardson y de un traductor del mismo pueblo, llegan a la casa de la curandera para experimentar una ceremonia con “Los Niños Santos”.
El testimonio y registro de la visita de Wasson fueron publicados en 1957 en la revista Life y causó gran revuelo a nivel científico como también social. Para resguardar un poco su identidad le cambia el nombre a Eva Méndez. Luego publica una seguidilla de libros al respecto y se corre la voz sobre María Sabina. Eran los años 60-70 y el movimiento hippie estaba en su apogeo. Una curandera que usaba hongos en México, era una noticia muy llamativa para la época.
Llegaron muchos extranjeros, y de un día a otro, Huautla se llenó de visitantes buscando a Dios o una experiencia trascendental, mientras que otros solo querían drogarse. Sucedieron dos casos de personas que estando drogadas con otras sustancias consumieron hongos con María Sabina y terminaron corriendo cerro abajo hasta la ciudad gritando incoherencias, con los ojos en blanco, causando un revuelo en el pueblo.
La acusaban por uso de drogas y la arrestaron en dos oportunidades. Al conocerse esta situación, importantes antropólogos y científicos internacionales, se comunican con el presidente de México, José Guillermo López, y le piden que la liberen. Él accede y María Sabina queda en libertad. Aun así, sus problemas con sus vecinos no terminan y es afectada por robos e incluso le incendian su modesta casa. A pesar de su creciente popularidad y clientela, ella no cobra por sus sanaciones. Recibe donaciones como comida o un poco de dinero, por lo que su situación económica fue siempre precaria.
Se cuenta que entre los curanderos del lugar decían que no debió recibir a todas esas personas y compartir sus conocimientos. Que eso generaría que perdiera su poder. De hecho, en una visita, Wasson le muestra un disco con las grabaciones de sus cánticos y ella se enoja, diciéndole que nunca le dio permiso para “robarle el canto”. Poco a poco esos episodios la dañaron y ella misma reconoce que los hongos perdieron su poder. Fueron desapareciendo y su salud empeoró. Dicen que al abrir toda esa energía que ella conocía de los hongos, la perdió. Aún así, gracias a su bondad, hoy se pueden estudiar distintos tipos de psilocibes e investigar sobre sus usos medicinales. También quedó un registro histórico de un saber ancestral desconocido, que gracias a la generosidad de María Sabina se pudo valorar.
Con 91 años, en 1985 muere de cirrosis y tromboembolismo pulmonar. La historia de María Sabina está llena de especulaciones. Vivió en múltiples realidades, mundos, enfrentó la cruda pobreza terrenal y miró a Dios a los ojos.
Hay un poema que registra algunas citas de ella y termina con la frase: “Soy la mujer espíritu, porque puedo entrar y puedo salir en el reino de la muerte.”